
Los sistemas productivos de raíces y tubérculos tropicales son pilares estratégicos para la seguridad alimentaria y el desarrollo socioeconómico de las zonas rurales en Colombia. Dentro de este renglón, la yuca (
Manihot esculenta Crantz) y el ñame (
Dioscorea spp
.) destacan por su amplia distribución, su resiliencia a condiciones agroecológicas diversas y su profundo arraigo en la economía campesina. Ambos cultivos son fundamentales tanto en esquemas de agricultura familiar para el autoconsumo como en sistemas comerciales a gran escala, consolidándose como un factor de estabilidad social y económica en muchas regiones del país (Agencia de Renovación del Territorio, 2021; Ospina y Ceballos, 2022).
En términos estadísticos, la yuca se consolida como uno de los cultivos de mayor extensión y volumen. Cifras recientes, correspondientes al primer semestre de 2025, indican un área sembrada de 224,198 hectáreas (ha), con una producción anual que supera los 2.4 millones de toneladas (Unidad de Planificación Rural Agropecuaria [UPRA], 2025a). Por su parte, el ñame, aunque con una superficie más concentrada, registró para el mismo periodo un área de 37,791 ha. La producción nacional consolidada de ñame para el año 2023 fue de 453,924 toneladas, con un rendimiento promedio de 13.3 toneladas por hectárea (UPRA, 2024) (Figuras 1 y 2).
Geográficamente, la yuca se desarrolla en la práctica totalidad del territorio nacional; sin embargo, la producción se concentra en los departamentos de la Costa Caribe (Bolívar, Córdoba, Sucre y Magdalena) y los Llanos Orientales (Meta y Casanare). En contraste, el cultivo de ñame es un emblema de la región Caribe, donde los departamentos de Bolívar, Córdoba y Sucre representan en conjunto cerca del 87% del total nacional, conformando el principal clúster productivo del país (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2021).
Desde una perspectiva socioeconómica, el impacto de ambos cultivos es fundamental. Se estima que la cadena de la yuca vincula directamente a más de 130,000 familias productoras (AGROSAVIA, 2022), mientras que el ñame es el sustento de cerca de 30,000 familias, en su mayoría pequeños agricultores (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2020). En conjunto, estos sistemas productivos son generadores de empleo rural indispensables, especialmente durante las épocas de siembra y cosecha.
Las cadenas de valor de ambos tubérculos presentan estructuras diferenciadas. El mercado de la yuca se divide en un 60% para consumo humano en fresco y un 40% para la agroindustria, donde se procesa para obtener almidones, harinas y bioproductos como empaques biodegradables (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2020). El mercado del ñame es predominantemente nacional, aunque la variedad ‘Diamante’ ha consolidado un importante nicho de exportación con destino principal a Estados Unidos (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2017).
La sostenibilidad de estos renglones agrícolas enfrenta desafíos significativos, principalmente de índole fitosanitaria. La alta dependencia del uso de semilla vegetativa sin certificación ha facilitado la diseminación de plagas que merman la productividad. En el ñame, enfermedades como la antracnosis (
Colletotrichum spp
.) y la plaga de la escama blanca (
Aspidiella hartii) en postcosecha son críticas (Sánchez-López et al., 2023). Por tanto, la implementación de estrategias de vigilancia y control fitosanitario es una prioridad para proteger estos valiosos renglones agrícolas, cuyo potencial de expansión y tecnificación sigue siendo enorme, tal como lo confirman las zonificaciones de aptitud de la UPRA (2024b).
Las acciones de prevención, vigilancia y control del proyecto de protección fitosanitaria se enfocan en un grupo de plagas que representan un alto riesgo para la producción. Para el cultivo de
yuca, se prioriza el monitoreo del barrenador del tallo (
Chilomima clarkei), la enfermedad del cuero de sapo (‘
Candidatus Phytoplasma spp
.’), el gusano cachón (
Erinnyis ello), la mosca de la yuca (
Anastrepha manihoti) y la viruela de la yuca (
Cyrtomenus bergi). En el cultivo de
ñame, la vigilancia se centra en enfermedades de gran impacto como la pudrición del tubérculo, la antracnosis (
Colletotrichum spp
.) y la roya del ñame (
Goplana sp
.), así como en la plaga de postcosecha conocida como escama blanca (
Aspidiella hartii).