En la vereda Caracolito, en El Carmen de Bolívar, vive Camilo Andrés Ochoa, un joven de 23 años que ha decidido sembrar su futuro en el campo. En su finca, llamada
El Jardín, cultiva café, trabaja la palma y practica la apicultura con dedicación. Camilo nunca ha salido de El Carmen, ni ha sentido la necesidad de irse a la ciudad, porque en el campo encuentra paz, encuentra a su abuelo y, sobre todo, ve su porvenir. Mientras cuida la tierra, se sigue formando en gestión agropecuaria, convencido de que el conocimiento es clave para tecnificar su labor y fortalecer la administración rural.
Laura Cruz: ¿El campo, económicamente, es rentable?
Camilo Ochoa: Sí, sí es rentable, pero hay que estudiar mucho para lograr esa rentabilidad. No es solo sembrar por sembrar, se debe tener un conocimiento detrás.
L. C: Me decías detrás de cámaras que no hay que pelearse con la naturaleza ¿A qué te refieras?
C. O: Exacto. Hemos abusado mucho con los agroquímicos. Por ejemplo, usamos herbicidas sin pensar que el suelo tiene vida, que hay microorganismos que ayudan a cultivar. Si los matamos, dañamos ese equilibrio. Muchos agricultores no lo saben, y eso afecta su productividad.
L. C: ¿Qué estás estudiando ahora?
C. O: Estoy haciendo un tecnólogo en Gestión de Empresas Agropecuarias en el SENA.
L. C: ¿Por qué ese enfoqué?
C. O: Porque además de lo agrícola y pecuario, el campo necesita administración. Muchos agricultores fallan ahí, y quiero aportar desde ese conocimiento.
L. C: ¿Y qué te dejó tu abuelo, tu padre? ¿Qué significa esta tierra para ti?
C. O: Son muchos sentimientos. Mi abuelo me enseñó desde pequeño: "tome la pala, tome el machete". Uno no sabe qué trae el mañana, y hay que estar listo. Lo que ellos me dejaron es amor por esta tierra y conciencia de cuidarla. Es un legado.
L. C: ¿Qué le dirías a los jóvenes que creen que el campo no es rentable y quieren irse a la ciudad?
C. O: Que antes de tomar esa decisión, investiguen. Hoy tenemos muchas herramientas para aprender. No podemos decidir solo porque alguien nos dice que el campo no sirve. A veces abandonamos sin saber lo que estamos dejando.
L. C: Háblame de la apicultura,
¿cómo la haces aquí?
C. O: La apicultura es paciencia, amor y aprendizaje diario. Las abejas, aunque pequeñas, enseñan mucho. No se trata solo de miel. Es un trabajo cuidadoso, con equipos como toldos, ahumadores, espátulas, uniformes. Tenemos zonas específicas para cosechar y llevar la miel a la bodega.
L. C: ¿Y ustedes la envasan, la venden? ¿Cómo se llama el producto?
C. O: Vendemos en volumen y también empacada. Se llama
Apícola de la Montaña, y hacemos parte de la asociación
AsoAgro La Esperanza. Participa mi familia, jóvenes, primos, vecinos… es una economía comunitaria.
L. C: ¿Qué significa para ti el campo?
C. O: (Canta un gallo) El campo para mí es amor, constancia y sabiduría. Viene de mis raíces, de mi familia, pero también de mí mismo. Es ese impulso de aprender lo que hay detrás de una planta, lo que implica producir alimento. El sol, la lluvia, el trabajo… todo tiene un valor.
